Una característica de los entierros judíos es la ley que establece la «tahará», purificación del cuerpo, mediante el lavado. Se realiza la preparación del cuerpo, el cual debe estar perfectamente limpio. Se le efectúan siete lavados y no hay que abrirlo ni lastimarlo jamás: la sangre no se puede derramar, por ser parte de la persona. Cuando el cuerpo ya está limpio, se le viste con un sudario de siete prendas. El siete es un número cabalístico, común en rituales judíos. Una vez efectuado el entierro, la familia vuelve a casa para guardar el duelo.
Las cajas o ataúdes donde
se entierran a los muertos son completamente austeros; están hechos solamente
de madera, sin ningún tipo de adorno, pintura, ni clavos.
A pesar del trance
doloroso, los judíos que sufren por la muerte de un ser querido sienten la
presencia del Dios omnipotente, la cual los reconforta. "El que hace la
paz en las alturas nos dará la paz a nosotros".
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Esta práctica, si la comparamos, podemos encontrar mucha relación con el catolicismo, ya que a nuestros muertos se les da una despedida digna del mundo de los hombres y se les prepara para llegar al mundo de Dios, se les viste y se procura que su cuerpo tenga las mínimas heridas posibles. Se le da santo sepulcro y se le guarda luto algunos días.
Kaminer, J. (25 de Mayo de 2010). Diario
Judío. Recuperado el 30 de Octubre de 2012, de La muerte en el judaísmo:
http://diariojudio.com/bin/forojudio.cgi?ID=1630&q=0
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